Perspectiva del desarrollo cultural. Galicia como tarea.
24/09/2012
A terceira parte do libro está dedicada ao “tema de la cultura gallega”, no que insire en contidos ben diversos. Hai unha reflexión antropolóxica sobre o concepto de cultura e a súa plasmación na Península Ibérica, inspirada entre outros por P. Bosch-Gimpera. E hai logo unha descrición polo miúdo da historia lingüística e literaria de Galicia, desde os primeiros tempos ata a actualidade. Pode parecer algo extemporánea esta atención á literatura, como en parte llo parecía a un lector como Isaac Díaz-Pardo, daquela residente temporal na Arxentina, que nunha carta a Paz-Andrade (30-06-1958) escrita aos poucos días de chegar o orixinal do libro a Buenos Aires, confésalle que “a parte de literatura galega despois dos precursores posiblemente lle sobraba”. O autor non fixo caso deste comentario e o libro foi imprentado sen variacións de importancia.
Ramón Villares Paz
RENACIMIENTO Y BIFURCACIÓN CULTURALES
Tras el largo poniente románico, Macías, O Namorado, y Rodríguez da Cámara, se llevaron a la tierra los acordes finales del ciclo lírico medioeval. La fertilidad del espíritu gallego parecía haberse enterrado con ellos, a la sombra de la palmera de Hervón. El polvo de cuatro siglos precipitó sobre las fuentes, pero no logró cegar definitivamente el manantial.
Entre las nieblas y apariciones del período hechizado, se levantó una corriente de centrifugación letrada, más que literaria, para agravar el espasmo de la tradición cultural gallega. Los valores nativamente destinados a nutrirla, se fueron asimilando a la expresión castellana.
Sólo en el cultivo de algunas artes, cuyos lenguajes formales no acusan el acento local, aquella tradición se sostuvo. Me refiero, como es obvio, a la arquitectura y a la escultura. En una y otra, durante el apogeo del barroco, Galicia encuentra su expresión propia, con grandiosidad paralela a la que alcanzará en los siglos del románico. La pintura, apenas había participado hasta entonces en nuestro complejo cultural con independencia de las otras plásticas mayores.
En la quinta década del XIX se produjo el afloramiento de la vena perdida. No fué solamente una efusión de voces líricas. Antolín Faraldo, Neira de Mosquera, Rúa Figueroa..., frente al decaimiento de la personalidad regional esbozaron la reacción crítica. La trágica vendimia de Carral, tras el aplastamiento de la Revolución Gallega en 1846, reavivó la llama de los sentimientos prematuramente perseguidos.
Medio siglo después, Alfredo Brañas habría de elaborar la primera estructuración del pensamiento autonomista. Pero ya Vicetto y Murguía, principalmente, avanzaron desde los cronicones a la historia avalada por un sistema adveratorio de fuentes. Rodríguez, Curveiro Piñol y Marcial Valladares ordenaron los primeros diccionarios gallego-castellanos, a base de filones independientes del portugués, más populares que literarios.
Saco y Arce, otro clérigo docto al servicio de la cultura de su tierra, compuso la primera gramática.
El tono mayor del movimiento fué regido, como siempre, por los poetas. Con ellos emnudeciera la voz específica de Galicia. Por ellos fué recobrada.
La generación del Pastor Díaz, Juan Manuel Pintos, García Ferreiro...; el despliegue de cantores nuevos en las páginas históricas del Album de la Caridad..., devolvieron a Galicia su verbo genuíno, alzándolo de la postración rural. Merced a la romántica movilización de las liras, quedó desgajada la corriente secular de asimilación a la lengua del imperio desmoronado.
En adelante, Galicia ya no habría de abandonar la evolución cultural autónoma. Por fortuna, la vitalidad retenida era tanta que pudo sustentar en pujante coexistencia los dos procesos: el de asimilación, con un cartel de epígonos que va desde el P. Feijóo a la Pardo Bazán y a Valle Inclán; y el de desasimilación, que debe merecer ahora un análisis más ceñido.
LOS GRANDES POETAS DEL PUEBLO
Rosalía ha sido la figura sagrada del renacimiento gallego. Y no por su pura dimensión poética, con ser excepcional. Principalmente, por la cálida inmersión de su estro en el drama de la existencia gallega. Por a profundidad de sus objetivaciones líricas, expresando el dolor sedimentado en la entraña de la raza:
“O forno está sin pan, o lar sin leña,
non canta o galo alí.
E se non é co a pena que o consume,
o probe soio está co seu sofrir...”
Pondal es su contrafigura. Más que al mundo, pertenece al trasmundo poético de su tierra y de su mar. Lo poético en este caso, más que en otros, engloba lo frofético. Todo lo que es ondulación sentimental en la musa del Sar, es arista y reciedumbre en el bardo del Allóns. La andustia del presente que vibra en aquélla, su imperioso realismo, ést los trasforma en evocación, vaticinio o pura invención mitográfica.
“Algo de vago e fero,
do meu ser no profundo,
eu levo com'as brétemas dos curutos escuros;
é unha ruda e salvaxe
inclinación dos seres vagamundos.”
“Pondal -dice García Martí- es el poeta cósmico, en cierto modo; poeta que inspira sus cantos en los propios orígenes legendarios de su raza. Rosalía -añade-, se centra en las características sustantivas del alma de su pueblo, en ese dolor del pueblo gallego que se siente desterrado del mundo.”
Esta dualidad de creadores de belleza sólo era posible en un país cuyo trasmundo aparece casi tan habitado como su mundo. Lo cual demuestra que el alma popular, aún dormida durante siglos, no estuvo inactiva. No ha creado con la palabra, pero ha creado con el sueño, la imaginación, el mito, la evasión de lo real ingrato hacia lo ideal liberado. ¡Buen testimonio éste, para certificar nuestra ascendencia céltica!
Es Curros Enríquez el tercer hombre de nuestro renacimiento literario. Algo así como el contrapunto masculino de Rosalía. Cuando la queja se viriliza se transforma en treno, flagelo, anatema... y el poeta adquiere aureola de apóstol:
“Teño unha corda muda
na miña lira torva.
... ... ... ... ...
... ... ... ... ...
Castigos pr'os verdugos,
pr-os mártires coroas,
consolos pr'os escravos
latexan n'esa corda.”
Los tres fueron poetas leídos, comprendidos y amados por el pueblo. En la misma línea de afección popular se han situado Francisco Añón y Lamas Carvajal. Este, de los cinco, el más cercano a nosotros cronológicamente. En orden a la evolución poética, el más alejado.
Aquella siembra lírica no tardó en dar nuevos frutos. En la segunda década nacieron las “Irmandades da Fala”, células de la restauración idiomática en la tribuna, en la prensa, en la labor política y cultural. A su origen quedó honrosamente vinculada la pluma de un gran periodista: Antón Vilar Ponte.
EVOLUCIÓN DE LAS ARTES
Durante la mitad del siglo que trascurre, la gesta cultural de Galicia adquirió más ambiciosos desarrollos. El sentido de la reconstrucción espiritual, recibido en herencia de los Precursores, se proyectó hacia nuevas líneas de avance.
Todos los campos de la cultura, desde la etnografía al arte, desde la prehistoria a la economía, desde la investigación a la poesía, con mayor o menor exuberancia, entraron en animosa germinación. El alcaloide patriótico inyectado por las “Irmandades”, la sazonada obra del “Seminario de Estudos Galegos”, el esfuerzo de las editoriales -especialmente “Nos”-, el clima de la prensa afín... contribuyeron poderosamente a nutrir y fortificar la expansión. Conviene sopesar ahora los logros más sutaciales de este período.
El ejemplo de la pintura es alentador. Galicia, fértil en poetas -a pesar del aserto, subestimatorio, del clásico castellano-, no lo fuera en pintores. Parece la excepción más ilustre el velazqueño Antonio de Puga -segunda mitad del siglo XVII-. Sus cuadros prestigian L'Ermitage, de Petrogrado, y alguna colección particular de New York.
El XIX, siglo del despertar galaico, también acusará su lozanía en este difícil domino de la plástica. Pero en Fernández Eresa, Cancela del Río, Jenaro Villaamil, Dionisio Fierros, Parada Justel, Ovidio Murguía, Serafín Avendaño, Souto Cuero..., románticos y postrománticos, no se acusaron inquietudes renovadoras, ni preocupaciones de escuela. Con mayor o menor inflexión personal, ninguno intentó rebelarse contra la enrarecida ortodoxia de la academia, buscando el hallazgo estético por su cuenta.
Coetáneamente, estallaba en Francia la revolución del arte vivo contra el arte esclerosado. En 1874 los impresionistas emprendían el primero de los movimientos, destinados a dominar en todo el mundo el panorama de la pintura contemporánea.
Castelao fué elportador de los primeros contagios. Los incorporó a la caricatura, el dibujo y el grabado. Con ellos logró las síntesis más impresionantes del carácter y el destino del hombre gallego. Vicente Risco fué, entre nosotros, el expositor de los principios del “art nouveau”.
En la tercera década del siglo, los pintores jóvenes comenzaron a abandonar los senderos rituales. Era necesario contemplar su obra con los ojos purgados de antevisiones caducas. La escasa asistencia que encontraron no frenó sus avances en calidad y en número, ni rectificó el sentido renovador de su lucha.
Podrán no autorizar aún las afinidades de sus obras una caracterización de escuela. En todo caso,, Galicia, entre artistas residentes y emigrados, ofrece un plantel de mayor interés que, en conjunto, cualquier otra región peninsular. La fuerza y personalidad de algunos, así como la calidad de los valores formales que los más representativos incorporan a sus lienzos, constituyen una alta reivindicación cultural. Merced a ella, Galicia comienza a adquirir presencia digna y singular en las galerías del arte universal.
Con menos vivacidad y audacia, el fenómeno evolucionó en la escultura. Ha avanzado poco en el camino de la abstracción, pero ha logrado reentrocar fructíferamente con la mejor ascendencia occidental de este arte: el románico.
En cambio, la música permanece en sordo marasmo. He aquí un arte cuya escasa fertilidad en Galicia, dotada de tan rica solera lírico-popular, carece de explicación convincente.
El pueblo siguió cantando sus “aires”, espontáneamente renovados en la letra, el ritmo, la melodía... Don Perfecto Feijóo introdujo en la floración del canto la disciplina coral, aunque sin remoción de los elementos tradiconales. Don Castro Sampedro animó la investigación y la ordenación del tesoro enmohecido o disperso. En la misma cuna nace la Sociedad Polifónica de Pontevedra, hasta hoy el conjunto más relevante en el campo de la interpretación.
Contrariamente, el de la composición se mantiene poco menos que estéril. La generación finisecular de Montes, Veiga, Chané, Adalid, Baldomir... apenas ha tenido continuadores. Al menos, del aliento y la pureza que parecen reclamar, tanto la herencia de aquellos, como la riqueza del potencial lírico que sigue vibrando en las garagantas del pueblo.
NODRIZA DE DOS LITERATURAS
Corresponde a los hombres de letras la gloria de haber rendido, en el período a que ahora nos referimos, el esfuerzo más tenso y fecundo. Su ardor de fertilidad y la irisación de su numen, han permitido arribar al cultivo de todos los géneros. En alguno, como la poesía, ha llegdo al grado más alto de la temperatura de la creación. Otros, como el teatro, la novela..., en gallego se mantinen deficitarios. Sin embargo, en todos se canceló el abandono.
La bifurcación en dos áreas lingüísticas ha continuado. Galicia siguió siendo nodriza inagorable de dos literaturas. Esta dualidad incluso se ha intensificado, sin aparente merma recíproca. Un mayor número de escritores manejan ambos idiomas. Algunos se han polarizado íntegramente hacia el gallego. Otros, hacia el castellano.
Como patente máxima de la fecundidad espiritual de Galicia en medio siglo creciene, conviene recordar esta hazaña singular: dió simultáneamente a ambos idiomas sus artífices más excelsos: Cabanillas y Castelao, de un lado; Valle-Inclán de otro. Los mejores humoristas contemporáneos: Castelao otra vez, de una banda; Julio Camba y Fernández-Florez de otra. Y además, al castellano, su magistral investidor y exegeta, Menéndez Pidal.
Esta gloriosa paridad, sugiere un escolio edificante. El dominio de la lengua de Castilla se extiende desde los Pirineos a los Andes. Se ejerce sobre territorios bilingües y monolingües; peninsulares, insulares y americanos. De ninguno de ellos da obtenido España, en cualquier momento histórico, tantos valores cimeros y substanciales para el enriquecimiento del idioma como los que Galicia el ha ofrecido en este período. Que, sincrónicamente, es el de mayor cultuo al idioma propio.
En contraste, Galicia ha sido siempre la cenicienta lingüística de España. No Cataluña, cuyo idioma, aunque glorioso, es estrictamente vernáculo, y cuya aportación a la literatura castellana, a pesar de sus casi tres millones y medio de habtantes, es incomparablemente inferior. En igual postergación se han tenido al gallego y al vascuence. Y en el mismo índice de desafección externa.
Al gallego, con el cual se han renovado los tejidos del castellano y se ha acrecentado su jerarquía estética. Al gallego-portugués, lengua internacional en la historia y en la realidad, hablada por más de setenta millones de personas, repartidas en cuatro continentes.
LA POESÍA Y LA PROSA
La evolución interna de la cultura gallega, regerida a la creación literaria, exige más cumplido examen. Se ha manifestado en una copiosa y sotenida proliferación poética, degajda al tempo del retoricismo clásico. Con independencia de la frondosidad del fenómeno, el crítico debe valorar en él su creciente desd´ñen hacia las formas estéticamente atrasadas. La tendencia se inicia cuando Cabanillas, “No Desterro” de Cuba -donde se apagara la lira de Curros-, sintoniza con el modernismo. Bajo la misma bandera, en la vertiente castellana, Galicia había destacado ya a otro gran cincelador lírico, Antonio Rey Soto. El eslabón siguiente lo forjan dos malogrados: Manuel Antonio y Amado Xarballo. Parecen consumidos rematuramente en la pureza de su llama virgen. Nunca las estructuras líricas en gallego se habían montado sobre más felices y directas imágenes, o se habán poblado interiormente de más novedosos ritmos.
La dualidad en el cultivo de los dos idiomas también persitió en el libre mundo de la poesía. Pero con desigual proyección. De los poetas gallegos en castellano, Juan B. Andrade asalto la vanguardia de las musas. Y para ello, con un libro, “Diana de Gaita”, impregnado, desde el título al último verso, en quitaesencias de su tierra:
“La gaita va soltando
cintas de voz al viento.
La gaita va dejando
en el azul su aliento.
Fuco de gaitero
Chco de Abelenda
de tamborileiro”.
El avance en la línea de la creación poética, ha tenido su paralelo en la prosa. Durante el siglo XIX, el idioma, incluso en Rosalía, se resentía de los cuatro siglos de relegación al barbecho. Especialmente para su empleo en la novela, el teatro, el cuento, la monografía, el ensayo... Retenía una sobrecarga de adherencias y suplencias de más áspera textura románica. Le añadían rigidez, a la par que le restaban pureza. La prosa, aunque no lo parezca, exige un acervo verbal más rico y matizado que el verso.
Tales significación y flexibilidad no fueron adquiridas en el uso literario del gallego hasta el ciclo que se inicia con Noriega y Cabanillas, para culminar, en Castelao. Tres valores que, en distinta escala, mantienen sus nombres y su obra bañadas en el fervor popular.
Representan, por ahora, el grado máximo del esfuerzo reitegrador de la cultura gallega frente al cerco hegemónico del castellano.
LA ACTIVIDAD EDITORIAL
El desarrollo de la prensa en Galicia, alcanzó su momento más brillante en el período inter-bélico. Llegaron a publicarse coetáneamente en la tercera década del siglo nada menos que 25 diarios. No se ha valorizado aún debidamente aquel alarde, ni el servicio que ha representado en beneficio de a cultura regional. Uno y otro cobran singular relevancia a la vista de la poca durabilidad posterior del esfuerzo.
En menos de veinte años, los 25 diarios gallegos quedaron reducidos a 8. Este número se cubría antes por una sola provincia, fuese la de Coruña o la de Pontevedra y aún se ha excedido en ambas. De las diez ciudades gallegas con diario propio, sólo cinco conservan alguno o algunos.
Pontevedra y Ferrol representan, en tal sentido, las bajas menos justificables. Cuando el número de sus habitantes no pasaba de la mitad del que cuenta hoy, una publicaba 3 y otra 2 diarios matutinos. Desde hace más de quince años sus voces impresas enmudecieron, salvo a través de algún semanario. Otro tanto sucede en Tuy, Villagarcía y Monforte, donde se editaron diarios locales, algunos durante muchos años.
No debe desconocerse que muchos de aquellos periódicos vivieron lánguidamente. Pero la declinación ha afectado incluso a las ciudades más pujantes. Vigo y La Coruña, que publicaban 4 diarios cada una, conservan 2 solamente. Santiago, Lugo y Orense, que editaban 3 cada una, los ven hoy reducidos a 2 en la ciudad del Apóstol, y a 1 en las otras dos. La evolución de un momento a otro de la prensa diaria gallega merece registrarse más gráficamente:
La caída de tantas hojas impresas, fué barriendo hasta los viejos semanarios de las villas: Verín, Ribadavia, Ribadeo, La Estrada... Es natural que haya repercutido en incremento de la circulación de las que sobreviven.
Estadísticamente, por el número de ejemplares de su prensa diaria, Galicia ocupa el cuerto lugar entre las regiones españolas. No obstante, el índice de lectores para casi tres millones de habitantes debe considerarse poco satisfactorio. Las tiradas declaradas en 1956 sumaron 24,9 millones de ejemplares. Suponen una circulación media diaria de 68,000 ejemplares. De cada 25 habitantes aproximadamente, sólo uno adquiere un diario de la región.
El País Vasco-Navarro, con poco más de la mitad de los habitantes de Galicia, en 1956 editó 60.8 millones de ejemplares. Representa esta cifra una circulación diaria no inferior a 193.000 periódicos. Allí, cada 12 habitantes adquiere uno. Además, mientras en Galicia, desde 1946, el aumento ha sido de 2,8 millones en 10 años, en aquellas provncias fué de 16,9.
Pasando al sector de libros, el problema cambia de aspecto. La actividad editorial se resiente más que del número de obras, de su casi exclusiva polarización hacia la literatura, denominación en que se aloja hasta los novelones del Oeste. He aquí como especifica la estadística la producción de un año:
En 1955, el predoominio de las ediciones clasificadas como literarias, con más o menos rigor, resultó aún más acentuado. De un total de 120 sólo se clasificaron 9 obras de historia y geografía, 5 de arte, 5 de ciencias sociales, 3 de tecnología y 3 de religión.
Valencia y Vascongadas tienen una producción bibliográfica similar a la de Galicia, en cantidad. Pero mientras aquí en un año se editaron 78 libros de versos y prosa literaria, en la región del Turia se editaron 54 y en Euskalerría 45. El resto, hasta 107 en una y 106 en otra, lo constituyen obras científicas, económicas, tecnológicas...
*Fragmento de Galicia como tarea, publicado polo Centro Galego de Bos Aires en 1959